Ratio y Conspio
Publicado por Álvaro en conspiraciones el 14.1.09
El siguiente diálogo tiene lugar entre dos amigos: Ratio, un señor práctico, y Conspio, un amante de las teorías conspirativas.
Ratio: - ¡Mira, Conspio! Uno de los jarrones se ha caído y se ha roto.
Conspio: - ¡Vaya faena!
Ratio: - Sí, me pregunto qué habrá pasado...
Conspio: - Bueno, ciertamente alguien o algo ha debido empujarlo, ya que era demasiado pesado como para caerse por una corriente de viento o un temblor.
Ratio: - Tienes razón, alguien lo ha tirado.
Conspio: - Ha sido tu gato.
Ratio: - ¿Cómo dices?
Conspio: - Créeme. Ha sido tu gato.
Ratio: - ¿Por qué mi gato?
Conspio: - Observa la distancia entre la mesa y el jarrón, y observa el ángulo en el que ha caído. La distancia es poca, con lo que se ha empujado con muy poca fuerza; ha quedado formando un ángulo de 90 grados con la mesa, lo que indica que ha sido empujado desde detrás.
Ratio: - Sí, en eso llevas razón...
Conspio: - Con lo cual ha sido tu gato.
Ratio: - Pero... no lo comprendo. Tus observaciones son acertadas, pero ¿por qué estás tan seguro? ¿Por qué no el perro o mi sobrino, o incluso un pájaro que haya entrado volando por la ventana?
Conspio: - Ha sido el gato.
Ratio: - Pero, por favor, dime qué te lleva a esa conclusión.
Conspio: - La distancia y el ángulo. Ha sido el gato.
Ratio: - Vamos a ver... Coincidimos en que ha debido ser un empujón muy suave desde detrás. Ahora, por favor, aclárame por qué de entre todos los seres vivos que han podido pasar por esta habitación, capaces de empujar un jarrón suavemente desde detrás, es mi gato el culpable.
Conspio: - Estás negando la evidencia; tienes que abrir los ojos con respecto a tu gato.
Ratio: - Conspio, yo ya sé que mi gato es un cabrón, y sé que podría perfectamente haber tirado este jarrón. Lo que te pregunto es por qué estás tan seguro de que en esta ocasión ha sido mi gato, y no mi perro o mi sobrino.
Conspio: - Estás ciego a la realidad; despierta, Ratio, tu gato es un malnacido y destroza todo lo que encuentra.
Ratio: - Pero si es que eso ya lo sé...
Conspio: - Algún día se sabrá la verdad y entonces vendrás a llorarme. Ya te he advertido: ha sido tu gato.
Ratio: - Pero sigues sin explicarme qué inferencia lógica te lleva de un punto a otro de...
Conspio: - Sólo un tonto como tú no vería claramente que ha sido tu gato, Ratio. Me cansas.
Ratio: - ¡Mi sobrino es tan cabrón como el gato! ¡Podría haber sido él perfectamente! ¡O incluso el perro! ¡O imagínate que al final sí que haya sido por un temblor de tierra, por sorprendente que parezca!
Conspio: - No. Ha sido el gato.
Ratio: - ¿Pero qué pruebas...?
Conspio: - ¡HA SIDO EL GATO, JODER!
La discusión se prolongó acaloradamente y Ratio y Conspio dejaron de ser amigos, por desgracia. Ratio continúo desconfiando de su gato; aunque no pudiera saber a ciencia cierta si él había tirado el jarrón, no le hacía falta conocer ese detalle para saber que su mascota era una malnacida. En muchas otras ocasiones, Ratio había visto con sus propios ojos cómo el gato hacía auténticas barrabasadas con el mobiliario, al lado de las cuales lo del jarrón sólo era un detalle. Por su parte, Conspio dedicó el resto de sus días a probar la culpabilidad del gato, no hallando ninguna prueba definitiva jamás. A pesar de todo, en su lecho de muerte, Conspio emitió estas últimas palabras: "FUE CULPA DEL GATO".
Ratio: - ¡Mira, Conspio! Uno de los jarrones se ha caído y se ha roto.
Conspio: - ¡Vaya faena!
Ratio: - Sí, me pregunto qué habrá pasado...
Conspio: - Bueno, ciertamente alguien o algo ha debido empujarlo, ya que era demasiado pesado como para caerse por una corriente de viento o un temblor.
Ratio: - Tienes razón, alguien lo ha tirado.
Conspio: - Ha sido tu gato.
Ratio: - ¿Cómo dices?
Conspio: - Créeme. Ha sido tu gato.
Ratio: - ¿Por qué mi gato?
Conspio: - Observa la distancia entre la mesa y el jarrón, y observa el ángulo en el que ha caído. La distancia es poca, con lo que se ha empujado con muy poca fuerza; ha quedado formando un ángulo de 90 grados con la mesa, lo que indica que ha sido empujado desde detrás.
Ratio: - Sí, en eso llevas razón...
Conspio: - Con lo cual ha sido tu gato.
Ratio: - Pero... no lo comprendo. Tus observaciones son acertadas, pero ¿por qué estás tan seguro? ¿Por qué no el perro o mi sobrino, o incluso un pájaro que haya entrado volando por la ventana?
Conspio: - Ha sido el gato.
Ratio: - Pero, por favor, dime qué te lleva a esa conclusión.
Conspio: - La distancia y el ángulo. Ha sido el gato.
Ratio: - Vamos a ver... Coincidimos en que ha debido ser un empujón muy suave desde detrás. Ahora, por favor, aclárame por qué de entre todos los seres vivos que han podido pasar por esta habitación, capaces de empujar un jarrón suavemente desde detrás, es mi gato el culpable.
Conspio: - Estás negando la evidencia; tienes que abrir los ojos con respecto a tu gato.
Ratio: - Conspio, yo ya sé que mi gato es un cabrón, y sé que podría perfectamente haber tirado este jarrón. Lo que te pregunto es por qué estás tan seguro de que en esta ocasión ha sido mi gato, y no mi perro o mi sobrino.
Conspio: - Estás ciego a la realidad; despierta, Ratio, tu gato es un malnacido y destroza todo lo que encuentra.
Ratio: - Pero si es que eso ya lo sé...
Conspio: - Algún día se sabrá la verdad y entonces vendrás a llorarme. Ya te he advertido: ha sido tu gato.
Ratio: - Pero sigues sin explicarme qué inferencia lógica te lleva de un punto a otro de...
Conspio: - Sólo un tonto como tú no vería claramente que ha sido tu gato, Ratio. Me cansas.
Ratio: - ¡Mi sobrino es tan cabrón como el gato! ¡Podría haber sido él perfectamente! ¡O incluso el perro! ¡O imagínate que al final sí que haya sido por un temblor de tierra, por sorprendente que parezca!
Conspio: - No. Ha sido el gato.
Ratio: - ¿Pero qué pruebas...?
Conspio: - ¡HA SIDO EL GATO, JODER!
La discusión se prolongó acaloradamente y Ratio y Conspio dejaron de ser amigos, por desgracia. Ratio continúo desconfiando de su gato; aunque no pudiera saber a ciencia cierta si él había tirado el jarrón, no le hacía falta conocer ese detalle para saber que su mascota era una malnacida. En muchas otras ocasiones, Ratio había visto con sus propios ojos cómo el gato hacía auténticas barrabasadas con el mobiliario, al lado de las cuales lo del jarrón sólo era un detalle. Por su parte, Conspio dedicó el resto de sus días a probar la culpabilidad del gato, no hallando ninguna prueba definitiva jamás. A pesar de todo, en su lecho de muerte, Conspio emitió estas últimas palabras: "FUE CULPA DEL GATO".