El Grito Infinito

llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones

Mis razones para estar en contra de la energía nuclear

Publicado por Álvaro en , , , , el 17.3.11




Dado que soy consciente de que el ruido mediático de nuestros días pone díficil analizar cualquier tema en profundidad, intentaré dar las razones muy concisas por las que estoy en contra de la generación de energía eléctrica a partir de reacciones de fisión nuclear. Además, las ordenaré de mayor importancia a menor.
  • Es innecesaria. El ser humano lleva unos 200.000 años dando vueltas por aquí y la energía nuclear unos 50. Eso representa un 0,025% del tiempo de nuestra especie, o dicho de otra forma, que el homo sapiens sapiens se las ha arreglado durante el 99'975% de su tiempo sin ella. En España representa el 18.29% de la energía eléctrica consumida1, porcentaje del cual se podría prescindir sin problemas simplemente volviendo a niveles de consumo eléctrico posteriores al año 20002 (y aún daría de sobra para conectar muchas videoconsolas más, o luces de neón, o adornos navideños).

  • Supone una condena para el futuro, para siempre. Si Rómulo y Remo hubiesen construido una central nuclear, sus residuos seguirían siendo igual de dañinos ahora que cuando se generaron, y aún faltarían cientos de miles de años para que se volvieran inofensivos. Supone un acto criminal y amoral enterrar semejantes bombas de relojería que requieren cuidados continuos; los planes para la gestión de residuos radiactivos no se redactan para más allá de 100 años3 (del 0.001% al 1% de la vida de los residuos4).

  • Las centrales no son seguras. Ni siquiera cuando una central se diseña específicamente contra un desastre natural (como lo fueron las japonesas5) puede asegurarse que lo resista. Además, las centrales dependen de una total estabilidad sociopolítica y estructural; un corte prolongado del suministro eléctrico, un ataque terrorista o una guerra suponen amenazas más que posibles en cuarenta años de vida de una central. En caso de guerra, por cierto, las centrales nucleares son un caramelo para el enemigo: una bomba nuclear que estallara sobre una central nuclear causaría un desastre inimaginable, ya que sus efectos se multiplicarían.

  • La generación de energía eléctrica es la fachada civil de la energía nuclear, que oculta su interior militar. Los países del Norte económico se alarman con toda la razón ante la intención de Irán y Venezuela de generar energía eléctrica nuclear, ya que es la excusa que ellos mismos utilizaron para embellecer su totalitario programa armamentístico. "¡Bienvenidos a la era atómica!", rezaba la propaganda prometiendo el paraíso mientras algunos japoneses se volatilizaban. Los residuos de plutonio de una central nuclear pueden servir para construir una bomba atómica; estar a favor de la energía eléctrica nuclear es estar a favor de las bombas atómicas (la mayor amenaza a la que se ha enfrentado jamás la biosfera). Además, estos residuos constituyen un gran peligro potencial, ya que si un grupo armado con los suficientes recursos se apoderase de ellos podrían llegar a desarrollar sus propias armas.

  • La energía nuclear es, de todas las fuentes de energía eléctrica, la más centralizada, tecnificada, regulada, autoritaria y estatal. Por tanto la menos popular, democrática y accesible. Sólo un estado tan poderoso como los actuales puede desarrollar tal infraestructura y protocolos, sólo una sociedad tecnócrata y ultratecnificada como la nuestra puede dominar al monstruo. Una sociedad con energía nuclear no puede ser nunca democrática.

  • Las centrales nucleares son tremendamente caras y necesitan grandes ayudas gubernamentales para ser económicamente viables, quedándose después los beneficios la empresa que las gestiona. Ésta es la razón de que se alargue tanto la vida de las centrales, para exprimir la gallina de los subvencionados huevos de oro. Un ejemplo: la central finlandesa Olkiluoto 3 fue inicialmente presupuestada en tres 3000 millones de euros, pero actualmente sus costes de construcción ya ascienden a 5300 y no se sabe a cuánto puede llegar la factura6 (a esto hay que añadir los costes en el retraso de su inauguración, y por el tanto el retraso en generar beneficios). Las centrales también son muy caras de desmantelar, a lo que se añaden los costes de mantenimiento de los residuos para siempre. Por ejemplo, el gobierno español estimó en 1990 que podría costar hasta 360 millones de euros desmantelar Vandellós I7.

  • La tasa de retorno energético de una central nuclear es incierta, pero podría ser muy baja cuando se tiene en cuenta la energía empleada en la creación, mantenimiento y desmantelación de la misma. Buscando en Internet he encontrado datos contradictorios, por una sencilla razón: es casi imposible hacer un cálculo exacto de cuánta energía neta aporta una central, por los múltiples "inputs" energéticos de todo tipo que necesita. Dicho de otro modo, el "output" está claro, pero el "input" no. Dicho de otro modo, no se sabe hasta qué punto es energéticamente rentable la construcción de una central, incluso si podría serlo en absoluto.

  • Es falso que una central nuclear no genere emisiones de CO2: lo genera indirectamente, a través de la intensa actividad propulsada por energía fósil que requiere su construcción, mantenimiento, desmantelación y supervisión de los residuos.

  • El uranio no es infinito. No está claro cuándo se alcanzará el cénit de extracción del mismo; el Energy Watch Group predice que sólo se podrá satisfacer la demanda de las centrales actuales hasta el 20358.

  • El uranio nos hace depender energéticamente de otros gobiernos y empresas extranjeros, y por tanto dependientes de sus intereses. El hecho de que hoy en día Canadá y Australia sean "naciones amigas" no garantiza que sigan siéndolo de aquí a unas décadas, y más en estos tiempos tan convulsos.
Entonces, ¿por qué hay gente que defiende esta forma tan demente de generar energía eléctrica? Podemos dividir a sus defensores en dos grupos: los que sacan tajada y los que se dejan engañar por los que sacan tajada. Los que sacan tajada no son sólo los directamente implicados en el negocio (las compañías eléctricas y sus accionistas), sino también los medios que financian con su publicidad y los paniaguados como Felipe González (consejero de Gas Natural/Unión Fenosa) o Aznar (consejero de Endesa). A este conjunto de picapedreros de la opinión pública, maestros del engaño y la manipulación, los denominamos el lobby pro-nuclear. Tampoco podemos olvidarnos de los gobiernos que promueven la energía nuclear con fines militares, los últimos de ellos Irán y Venezuela, y los primeros Estados Unidos, Israel y Francia.

Ante este panorama tan negativo y casi apocalíptico, dejadme decir el tópico tan cierto: NUCLEAR NO, GRACIAS.



(1) http://www.foronuclear.org/pdf/resultados_perspectivas_nucleares_2008.pdf
(2) http://upload.wikimedia.org/wikipedia/es/timeline/33616a74fe4e3101fcff1451b2228dae.png
(3) http://en.wikipedia.org/wiki/Radioactive_waste#Long_term_management_of_waste
(4) http://en.wikipedia.org/wiki/Radioactive_waste#Geologic_disposal
(5) http://www.world-nuclear.org/info/inf18.html
(6) http://ipsnews.net/news.asp?idnews=50308
(7) http://www.elpais.com/articulo/espana/Gobierno/estima/40000
/millones/coste/desmantelar/Vandellos/elpepiesp/19900601elpepinac_2/Tes

(8) http://www.energywatchgroup.org/fileadmin/global/pdf/EWG_Report_Uranium_3-12-2006ms.pdf

Características comunes a todos los estados

Publicado por Álvaro en , , el 6.1.11




La estatolatría (la adoración del aparato estatal como un ente sabio cuyo objetivo es proteger al pueblo) es un problema común entre lo que se viene a llamar "la izquierda", cada vez más perdida en unos discursos que refuerzan sobremanera el sistema de dominación. Por supuesto, en este caso el problema vuelve a ser el que tantas veces se da: que en materia de política la gente tiende a aceptar las definiciones clásicas de cada concepto, obviando la realidad práctica del día a día. Ejemplos los tenemos a miles: el PSOE es "de izquierdas", a pesar de que está hundiendo al proletariado con sus reformas capitalistas; lo estatal es igual a "lo público", a pesar de que en ese caso el ejército sería un servicio público; la democracia parlamentaria representa la voluntad del pueblo a través de los cargos electos, a pesar de que casi siempre estos legislen en contra de la opinión mayoritaria (como cuando Aznar fue a la guerra, oponiéndose a los deseos de una mayoría aplastante, incluidos sus votantes). Sencillamente, para el personal es cómodo quedarse con las definiciones que nos han inculcado desde bien pequeños, porque cuestionarlas es entrar en un cenagal de relativismos en los que nada es lo que parece... cosa que a mí me encanta.

Se ha escrito mucho desde los círculos anarquistas en contra del Estado (entendido éste como el aparato legislativo, ejecutivo, judicial, militar, etc. que controla un territorio), y este texto no va a aportar nada nuevo. Simplmente me dispongo a nombrar sucintamente una serie de características que comparten todos los estados que han existido desde el principio de los tiempos hasta el día de hoy, hayan sido imperiales, feudales, republicanos, pequeños, grandes, fascistas, comunistas, socialistas, socialdemócratas..., y además reto a que cualquiera que esté leyendo esto me rebata mis argumentos con un solo contraejemplo. Pues bien:

  • La principal función del Estado es proteger a la élite que ostenta el poder. Así es. No importa que esta élite la formen los patricios, los señores feudales, los plutócratas o los burócratas. Cuando hay un Estado hay una élite, y viceversa; ambas cosas siempre van de la mano, y surgen al mismo tiempo y evolucionan juntas. Un pueblo realmente igualitario y libre no necesitaría Estado ni vería la necesidad de crearlo; éste aparece cuando existen desigualdades que necesitan ser mantenidas, puesto que sin un poder coercitivo la entropía de las sociedades tiende a nivelar los estratos sociales de forma natural. El estado romano protegía a los patricios de la ira de la plebe y los esclavos (como ya expliqué en otro texto), y ampliaba su poder para favorecer con riquezas a estos ciudadanos; el estado capitalista, lo estamos viendo cada día, establece un escudo protector alrededor del capital, que siempre gana; el estado comunista favorece a los endiosados burócratas, los cuales rigen los destinos de la plebe sin cerebro enviándolos a la guerra o al Gulag mientras ellos calientan su cómoda butaca de piel.
  • El Estado siempre busca el crecimiento y la expansión en el plano económico, militar, territorial y diplomático. Nunca en tantos milenios de existencia de estos entes se ha dado el caso de que un Estado dijera "hasta aquí hemos llegado, ya tenemos suficiente". En general, cualquier poder siempre quiere una cosa: más poder. Esto, por supuesto, se relaciona estrechamente con el primer punto: la élite a la cual el Estado sirve nunca va a tener suficiente gloria, dinero, fama o poder.
  • El Estado es belicoso por naturaleza, lo cual se deriva directamente de los primeros dos puntos. El mantenimiento injusto de los privilegios necesita un aparato coercitivo de puertas para dentro, y la expansión ilimitada necesita un aparato coercitivo de puertas para afuera. Como ya expliqué en otro texto, la función más secundaria de todas las de un ejército estatal es la defensa del territorio frente a un ataque exterior. ¿Cuántas invasiones ha sufrido nunca Estados Unidos (el mayor aparato militar de la historia), y cuántas veces ha atacado a otros países?
  • El Estado monopoliza el uso de la violencia. A pesar de ser violento por naturaleza, esta violencia debe encuadrarse dentro de unos límites burocráticos controlables. Las agresiones deben tener un método y ser sistemáticas, y deben estar al servicio de los intereses que defiende el Estado. La fuerza es el último argumento del que dispone y ningún particular debe poseer la capacidad de rebatírselo.
  • El Estado destruye el ecosistema, lo cual también se deriva de los dos primeros puntos. Nombradme un solo estado ecologista, si podéis. Como ya estamos más que hartos de saber, y no creo que haga falta volver a explicarlo, el crecimiento ilimitado es antiecológico por naturaleza. Con lo cual la expresión "estado ecológico" sería un oxímoron.
  • El Estado siempre busca una justificación ideológica a sus crímenes e injusticias. Esto es importante y diferencia la Estado de otras estructuras de poder como las mafias: cualquier atrocidad que se cometa o cualquier injusticia que se mantenga tiene una base mitológica. Ese mito operacional que justifica al Estado ha variado muchísimo a lo largo de la historia, pero usualmente suele estar apoyado en la religión, la tradición, la inferioridad de los extranjeros o los supuestos valores morales que el Estado dice encarnar. El imperio romano no decía "hemos invadido tal país para robarles las riquezas que legítimamente les pertenecían y dárselas en su mayor parte a los patricios", sino "los bárbaros han sido subyugados para mayor gloria del pueblo de Roma, con la ayuda de los dioses que velan por esta tierra". Estados Unidos no dice "hemos invadido Iraq para controlar una zona rica en petróleo", sino "hemos derrocado a un tirano y ahora intentamos llevar la democracia a esas pobres gentes". Siempre existe algún tipo de excusa que justifica moralmente lo que se hace, nunca se admite abiertamente el crimen aunque esté a la vista de todo el mundo. Eso nos lleva al siguiente punto.
  • El Estado quiere que le quieran. Hay algo de lo que tampoco tiene nunca suficiente: amor. Incluso el Estado más tirano de todos ha alentado el patriotismo, ha adoctrinado a sus súbditos en el amor a la bandera y ha hecho resonar el himno nacional en las escuelas. A la mafia le da exactamente igual lo que piensen de ella mientras se haga lo que dice; el Estado tiene su corazoncito. Esto, no hace falta ni decirlo, está originado por el hecho de que es mucho más fácil dominar a la gente cuando controlas sus mentes, siendo el patriotismo la forma más elevada de manipulación interesada. No insistiré más en este punto que es de sobra conocido.
  • El Estado siempre dice actuar por el propio bien del pueblo, aunque los esté enviando a la cámara de gas a millones. Cuando Zapatero dinamita ciertos "derechos" (no me gusta esa palabra) de los trabajadores, lo hace para salir de la crisis, por nuestro bien. Cuando Franco masacraba anarquistas, lo hacía para recuperar esa España "una, grande y libre".
  • El Estado pretende ser en todo momento la encarnación del pueblo en forma de institución. Otra vez hago un paralelismo con la mafia: sus líderes simplemente manejan un negocio y no representan más que a ellos mismos. Sin embargo, cuando Zapatero habla con Obiang en la Moncloa, en la imaginación colectiva es como si toda España estuviese dialogando con toda Guinea Ecuatorial. No se trata de dos personas cualquiera hablando, sino de dos países hablando; otro de los mitos operacionales que es muy difícil sacar de la cabeza de la gente.

Bien, esto es todo lo que se me ocurre por el momento. Por supuesto, os animo a que expongáis vuestros propios argumentos sobre la naturaleza de ese monstruo insaciable llamado Estado.

Sobre el ejército

Publicado por Álvaro en , , el 26.10.10




Tomo este concepto del ya célebre entre círculos libertarios Félix Rodrigo Mora, el cual insiste en que el ejército no es el brazo armado del Estado, un instrumento periférico del mismo, sino que es uno de sus bloques fundamentales; e incluso algún osado podría ir más lejos y afirmar que el Estado se construye alrededor de las necesidades del ejército. Si tenemos en cuenta los abundantes golpes de estado perpetrados por ejércitos, y su condición de poder último gracias a la constitucionalidad del estado de excepción, alguien todavía podría ir más allá y argumentar que toda la sociedad (políticos, empresarios, banqueros, obreros, recursos naturales...) están a servicio del ejército en última instancia. No iremos tan lejos en esta humilde bitácora. De momento prestemos atención a las palabras recogidas en este artículo del colectivo Consume Hasta Morir, las cuales han desencadenado la secuencia de pensamientos que ha dado lugar a este texto:
  Hablamos, al fin, de una institución inmune a esa misma crisis de la que, por otra parte, sí han salido duramente afectados el gasto social, el mercado laboral y el sistema de pensiones. No en vano, según los presupuestos de este año se ha seguido destinando una media de 50 millones de euros diarios para fines estrictamente militares: dos veces más que para trabajo y asuntos sociales, cuatro veces más que para medio ambiente, cinco veces más que para educación y ciencia, doce veces más que para vivienda, veintidós veces más que para cultura.

Terrible.

En una conversación normal, en un bar cualquiera, la respuesta a estos datos será que "los estados deben poseer un ejército poderoso para proteger a sus ciudadanos de los ataques extranjeros". O quizás simplemente "eso, ¡quita el ejército y que nos maten a todos!". Pues bien, como no soy un experto en Historia de España os copio de un foro cuál fue la última invasión que sufrió el estado español.
  La última invasión de España en regla por parte de un ejército extranjero es la que tuvo lugar a partir del 7 de abril de 1823 a solicitud del rey Fernando VII, cuando Francia intervino militarmente para apoyarlo frente a los liberales y restablecer el absolutismo, en virtud de los acuerdos de la Santa Alianza. Este ejército francés, denominado con el nombre de los "Cien Mil Hijos de San Luis" fue encabezado por el duque de Angulema, hijo del futuro Carlos X de Francia.

Es decir, la última invasión fue propiciada por el rey, para mantener sus privilegios. Antes de eso estuvo la Guerra de Independencia, donde el pueblo tuvo un importante papel rechazando a los franceses a navajazos, como dice Pérez-Reverte. (Ese mismo pueblo luego gritaba "¡Vivan las caenas!" apoyando a Fernando VII, pero ésa es otra historia, o quizás no).

En resumen, la piel de toro no ha sido invadida desde hace 200 años, y sin embargo persiste la leyenda de que el propósito del ejército es defender al pueblo de sus enemigos. Examinemos en cambio en qué ha estado ocupado realmente el ejército durante esos dos siglos:
  • Las guerras carlistas, donde un monarca empleaba a una parte del ejército para defender sus privilegios, y otro aspirante a monarca utilizaba a otra parte para defender los suyos.

  • Golpe de estado de 1868 contra Isabel II.

  • Impedir la independencia de Cuba, Filipinas y Puerto Rico.

  • Golpe de estado de Primo de Rivera.

  • Impedir la Revolución Española, dando lugar a la dictadura de Francisco Franco.

  • Intento de golpe de estado de 1981.

  • Invasión de Afganistán e Irak.

  • "Misiones de paz", por ejemplo las de la Legión (como es sabido, unos tipos muy pacíficos amigos de las cabras): Bosnia y Herzegovina, Albania, Kosovo, Macedonia, Congo, Líbano.

  • Amenazar con un golpe de estado si se aprobaba el Estatuto de Cataluña.

  • Perejil.

  • Figurar en la Constitución como responsables del estado de excepción, es decir, ser legalizados como garantes últimos del Sistema.

  • Desfilar.
Podemos resumir por tanto que la utilidad del ejército durante dos siglos ha sido la siguiente:
  • Respaldar los privilegios de un monarca u otro.

  • Dar golpes de estado.

  • Impedir la pérdida de colonias.

  • Invadir países por motivos económicos y geopolíticos de EEUU.

  • Enviar militares humanitarios, que plantan florecitas con un AK-47, y recitan poemas de Espronceda a los negritos.

  • Ensalzar el espíritu patriótico más reaccionario del pueblo español.
Por último, destacar que hay países importantes que no cuentan con un ejército permanente, como por ejemplo Islandia, que hasta hace tres años tenía un nivel de vida muy elevado. También destacar que en ocasiones el pueblo armado es capaz de derrotar a un ejército, como por ejemplo es el caso de la resistencia en Afganistán o de los ciudadanos barceloneses que rechazaron a los golpistas en 1936.

El ecologismo no puede ser estatista

Publicado por Álvaro en , , , el 24.4.10



  [...] Pero si el ecologismo ha fracasado como procedimiento para evitar, o al menos paliar, la devastación del medio natural, ha tenido un notable éxito en tanto que medio para renovar el sistema político institucional, de dictadura constitucional y parlamentaria, para gestionar la crisis ambiental, para dotar de ideas erróneas (y reaccionarias) a mucha gente sobre estas materias, para frenar y encauzar convenientemente las protestas populares y, sobre todo, para prestigiar al Estado, que es presentado como el “restaurador” y “salvador” del medio ambiente por excelencia. [...]

  Hay muchos datos que permiten sospechar que la legislación medioambiental, más que buscar la solución de tales o cuales problemas reales, se dirige a crear un cargado ambiente de conformismo político, así como de coincidencia y confianza con los aparatos policiales y judiciales del actual orden de dictadura política constitucional y parlamentaria, entre los sectores populares más preocupados por el desastre ambiental. [...]

  Dada la singular condición del actual orden, mientras las leyes protectoras resuelven, pongamos por caso, un problema, están siendo generados cien, que empeoran día a día, aunque se use siempre (en esto el ecologismo subsidiado es un maestro) ése, que es uno, para tapar éstos, que son un centenar. De tal modo, bajo la égida de la legislación “verde” la destrucción progresa más deprisa, en realidad. También, porque el mensaje que llega al individuo medio, alarmado por lo que observa, es que se tranquilice, pues ya está el movimiento ecologista, con su gran plantilla de leguleyos, ecofuncionarios, expertos y letrados, y la legislación estatal para ocuparse de los daños observados. Esta función desmovilizadora basada en el aciago principio de delegación de las obligaciones y deberes personales y colectivos, políticos, civiles, medioambientales y morales, en las instituciones del Estado, que nos está convirtiendo en esclavos y en seres-nada es, al mismo tiempo, esencial para el sistema de dominación.

  Hablando en plata, toda legislación que surge del actual orden, lo protege y perpetúa, la medioambiental también. Con ello perpetúan y protegen lo que necesariamente resulta de su esencia concreta, la devastación de la naturaleza. [...]

  En primer lugar, el orden constituido actúa de acuerdo a su lógica concreta, esto es, convirtiendo todos los recursos naturales en: a) bienes estratégicos de los que se apoderan los Estados, directamente o por medio de una combinación de intervencionismo y mercado; b) oportunidades de beneficio empresarial. Los que no son susceptibles de lo uno o lo otro carecen de interés para las instituciones, por más que éstas, de vez en cuando derramen algunas lágrimas de cocodrilo de cara a la galería al constatar que se extinguen. Por ejemplo, en el terreno de la alimentación de la mano de obra (eso, y no seres humanos, resultan ser los asalariados actuales), son poco más de dos docenas de especies vegetales y animales las que proporcionan el 99% de los recursos, de manera que el resto pueden desparecer sin que el conglomerado, en el plano mundial, Estados-grandes empresas sufra ningún daño, ni le preocupe, dejando a un lado la inevitable demagogia.

  Dicho de otro modo, que 1.600 especies se hayan extinguido ya, en los últimos decenios sobre todo, y que otras 17.000 estén en peligro cierto de ello, es un dato que en nada afecta al poder constituido, salvo en lo referente a la posible toma de conciencia anti-sistema que pueda ocasionar. Para evitar esto ya está el movimiento ecologista, centrado en explicar algo carente de toda lógica y coherencia, que tal desastre, originado por el sistema, puede resolverse desde el sistema mismo, es más, robusteciendo a éste más y más, en particular el Estado, y creando nuevas empresas “verdes”, que van a redimir a la naturaleza desde la aplicación de la lógica del beneficio empresarial, como la multinacional Endesa Renovables, por ejemplo.

  Cuando anuncian, ciertos ecologistas e izquierdistas, el fin del mundo existente por el agotamiento del petróleo, el cambio climático u alguna otra cuestión de similar jaez, también están desacertados, y la serenidad que manifiestan los grupos de poder al respecto les debería hacer reflexionar. No sólo porque la cosa no es tan simple y elemental, ni los datos tan rotundos y sin matices como los que aquéllos manejan, sino porque lo sustantivo del poder actual no está en el petróleo barato ni en la estabilidad climática, sino en el dominio casi absoluto de las conciencias logrado por los aparatos de poder, así como en la degradación del sujeto medio, por aquéllos igualmente inducido.

  Por tanto, convertidas las masas en multitudes dóciles (por ininteligentes, asociales, hedonistas y desentendidas de las axiales categorías de libertad, verdad, colectivismo y esfuerzo), por causa del actuar del izquierdismo y el progresismo, los poderes operantes pueden afrontar con tranquilidad cualquier eventualidad, que sería una modificación más o menos sustancial, o incluso dramática, en sus formas de dominación, y no el fin de ésta. Precisamente los profetas anunciadores de catástrofes, como no comprenden la centralidad de la conciencia en el cambio social real, no valoran que lo decisivo es la objetividad y la acción popular sustentada en ella, y dado que se declaran en contra de una transformación revolucionaria del actual orden, no alcanzan a desarrollar lo único que tal vez pueda detener, y en su día subvertir y sustituir lo existente, la conciencia, disposición para el esfuerzo y auto-organización de las personas comunes.

  El error de base está en no comprender cuál es la lógica inmanente del actual sistema de poder, cuál es su naturaleza objetiva y cuáles son sus metas estratégicas e históricas. Ello lleva a negar lo más sustantivo, que está sometiendo la naturaleza toda, con el descomunal potencial que le otorga la tecnología y la ciencia, a la lógica de la razón de Estado y del beneficio, de manera que cuida con furor todo lo que éstos necesitan, y se desentienden del resto. Por tanto, dado que la naturaleza no es, para el orden constituido un valor en sí y por sí, sino sólo un simple abastecedor de recursos primarios a los poderes instituidos, se concluye que aquélla, como existió, está condenada a desaparecer, para dejar sitio a un mundo nuevo (en el peor sentido del vocablo, mal que le pese a la teoría del progreso), hecho todavía más productivo, y organizado desde arriba al completo, con interminables áreas de monocultivo y granjas de la industria ganadera, dedicadas a las dos docenas de especies imprescindibles, animales y vegetales.

  A su lado, como restos patéticos de la sempiterna batalla por la producción, habrá cada vez más tierras convertidas en infértiles por los métodos modernos de cultivos, sin bosques, sin aguas, erosionadas, tóxicas, salinizadas, desertificadas, casi sin animales ni plantas silvestres. Pero eso, para el vigente orden de dictadura son, en todo caso, problemas del futuro, de otras generaciones (todo poder es inmediatista, pretende maximizarse ahora y aquí). Si llegara el momento de una crisis medioambiental y de recursos universal, serían las clases populares las que deberán sufrir y morir, no las élites, que adaptarían sus sistemas de dominación a las nuevas condiciones, salvo que una insurrección popular se lo impida, con la advertencia que ésta ha de resultar mucho más de la conciencia que del sufrimiento causado por la escasez y la pobreza.

  Lo que hay en el fondo de lo criticado es un asunto de extraordinaria gravedad la, al parecer, inamovible fe en que el actual orden político es bueno, es de libertades, es obra popular, es democrático, de modo que todos los problemas pueden resolverse en su seno, a partir de sus normas legales e integrándose en sus instituciones. Esa es la idea madre que una gran parte del ecologismo organizado comparte, sin que admita ni ponerla en cuestión ni mucho menos debatirla con la necesaria serenidad, respeto para todas las partes y libertad. Pero los hechos son obstinados, y a la vista están: después de decenios de activismo ecologista institucional, ¿qué nocividades han sido paliadas?, ¿cuáles problemas han sido resueltos o al menos reducidos?, ¿qué número de ellos se ha impedido que aparezcan? Dicho de otro modo ¿ha mejorado o ha empeorado, desde los años 60 hasta el presente, la situación medioambiental? La respuesta es obvia, sin olvidar que el ecologismo es responsable directo de algunas de las peores nocividades, como es el caso de los aerogeneradores. [...]

Félix Rodrigo Mora
"Los límites del ecologismo"
II Jornadas por una Agroecología Radical
Febrero 2010

Leyendo... "La caída del imperio romano", de Peter Heather

Publicado por Álvaro en , el 26.8.09

[...] la posición social y el estilo de vida de la élite terrateniente dependía de una distribución tan desigual de la propiedad que los pobres tenían una ventaja numérica formidable (lo que, sin duda, habría dado lugar a una redistribución de la riqueza de no haber existido un organismo que lo evitara). En el siglo IV, este organismo era, como había venido sucediendo durante siglos, el estado romano. Por regla general, los terratenientes podían confiar en su capacidad para contrarrestar su debilidad numérica mediante la aplicación de las leyes dictadas en su favor. [...] Por consiguiente, podríamos concebir la participación de los terratenientes en el sistema romano como una colaboración asociada a una ecuación de costes y beneficios. Su coste era la suma de dinero que aportaban anualmente a las arcas del estado. Lo que obtenían a cambio era la protección de la riqueza en la que hallaba fundamento su posición.

Sustituyan "terrateniente" por "empresario", "estado romano" por "estado moderno" y el siglo IV por el siglo XXI. Un autor que analiza la Historia lo más objetivamente que puede (de forma recomendabilísima, por cierto), que hasta donde yo sé no puede ser acusado de anarquista, va y condensa todo el pensamiento antiestatal en unas líneas.

En los últimos números del periódico de la CNT han aparecido unos artículos que intentan acabar con el mito de que el Estado se opone al Capital. Quienes sostienen eso (gente tan inteligente como Noam Chomsky y los de ATTAC) no han comprendido que el Estado es una de las causas de las desigualdades económicas y los privilegios de la élite. En cambio, un historiador nada sospechoso de revolucionario sí lo ha comprendido. Qué cosas.